jueves, 18 de agosto de 2016

Emergía

Cuando se intenta hacer la evaluación ambiental de un proyecto, pensando en aminorar y mitigar el impacto que tiene sobre el medio ambiente, el territorio y la comunidad circundante, evidentemente se requiere delimitar el espacio afectado: no podemos responsabilizar a un solo proyecto de todos los problemas ambientales de una zona particular. Las ciudades, como proyecto colectivo al que cada ciudadano aporta con lo suyo, son por lejos las principales fuentes de contaminación.

Me he encontrado con el concepto de Emergía algunos meses atrás, y me ha dejado pensando. Definida por H.T.Odum, la Emergía busca intentar cuantificar toda la energía necesaria para llevar adelante un determinado proceso u operación (1). Se asemeja en su definición, aunque en un sentido diverso, a la idea de Huella Ecológica: el impacto en el medio ambiente circundante que genera una actividad (2).

La cuantificación y localización geográfica de la Emergía de una ciudad o de un país, ¿hasta dónde llega? Parte importante de la crisis ambiental mayor de cambio climático de la que somos parte se relaciona con que no hay quien esté mirando el conjunto, sino que tan solo miramos e intentamos mitigar los pequeños impactos de proyectos nuevos, sin necesariamente coligarlo con la agregación de efectos producidos por otros actores. Y lo que se puede afirmar con cierta seguridad es que no existe una tendencia evolutiva espontánea hacia la sustentabilidad ecológica ligada al crecimiento de las ciudades, sino más bien se ha ido verificando todo lo contrario.

En general las ciudades han ido desarrollando diversos mecanismos de disminución de emisiones: prohibición de utilizar leña para calefacción; incentivos a la instalación de convertidores catalíticos en automóviles y filtros en industrias; restricción del tránsito de vehículos particulares y mejoramiento sustantivo del transporte público en zonas céntricas; creación y cuidado de áreas verdes que hagan de pulmones urbanos ayudando a mejorar el aire, y un sin fín de otras iniciativas que hacen que en un buen número de casos la ciudad en su zona céntrica o más antigua vaya siendo cada vez más amable. 

Para poder funcionar, la ciudad requiere importar energía, alimentos, agua, materiales,  muchas veces desde muy lejos. Y al mismo tiempo requiere exportar productos, pero ante todo residuos, luz, calor, gases efecto invernadero. Y la razón es muy simple: en algún lado tienen que quedar todos los residuos que producimos, aunque nadie quiera tenerlos cerca. Se ha llamado a este tipo de instalaciones NIMBY (por la siglas en inglés de la expresión 'Not in my  back yard'). Como nadie las quiere cerca, las instalamos lejos. Pero eso no significa que no tengan un impacto: solo que no lo percibimos inmediatamente. Ojos que no ven...


Los límites de una ciudad están mucho más allá de lo que parece
Fuente: Juan Martinez Alier. Ecologia dei Poveri, cap. VII (1)


Para poder avanzar en reducir la Emergía de una ciudad hay muchas cosas que se pueden hacer. Lo primordial y más urgente es la reducción de la utilización de combustibles fósiles, junto con la educación ecológica y la organización correspondiente para el reciclaje a gran escala. Para poder emprender esto se requiere ante todo un cambio de mentalidad que considere el Bien Común y la Interdependencia en Solidaridad como horizontes hacia los que caminar.

Referencias:
(1) Juan Martínez Alier, «Cap. VII: Gli indicatori di insostenibilità urbana come indicatori di conflitto sociale», en Ecologia dei poveri : la lotta per la giustizia ambientale, (Milano: Jaca Book, 2009)j
(2) Detrás de estos conceptos hay una cierta concepción de multicausalidad que me recuerda también el llamado 'Efecto Mariposa': el batir de alas de una mariposa en una selva húmeda del Congo podría terminar eventualmente produciendo, en virtud de una enorme secuencia de causas-efectos, un huracán en el Golfo de México.